12/10/14

Confesión

-¿De qué te arrepientes?-
-De nada- respondió él -Y de todo-
-¿Cómo puedes arrepentirte de todo y nada?- insistió ella -Eso es contradictorio- la anciana apenas podía distinguir los rasgos de él, pero eso no evitaba que lo mirara con la misma ternura de siempre... o el mismo enfado.

-Me arrepiento de no haber tomar más riesgos- respondió mirando un punto alejado del techo, la noche hacia poco que había caído -Pero no me arrepiento de los riesgos que tomé; cometí errores pero de todos ellos aprendí.

Me arrepiento de no haber bailado más, no haber reído más, no besar, no amar más, pero reí a más no poder, bailé sin importarme que no supiera bailar; amé y besé a quien quise y a quien amo, de eso no me arrepiento.

Me arrepiento no haberte conocido antes, tal vez si te hubiera conocido antes no habría sufrido y llorado antes tanto, pero no me arrepiento del día que te conocí, porque descubrí el amor verdadero; me arrepiento no haberte amado como tú te mereces ser amada, pero no del cómo te amé, porque te amé como solo yo sé amar: de verdad, con el corazón, puse mi alma y mi espíritu en ser feliz y hacerte feliz. Me arrepiento de no haber podido darte todo lo que te merecías, pero mi conciencia tranquila me dice que hice todo lo que pude, para darte lo que te mereces.

Me arrepiento de mis excesos, de mis mentiras, de mis secretos, pero no de haber vivido la vida como quise, porque ante todo fui honesto contigo (como lo soy ahora) leal, fiel, constante. No me arrepiento del hombre que fui, porque este hombre que soy, es el hombre del que te enamoraste.

No me arrepiento de haberte amado, sino de no poder amarte más-


Ya no hay respuesta de la anciana, bajo las cobijas los abraza y así, abrazados, se quedan dormidos.

23/7/14

Del baúl de los recuerdos

Corría el 2009, sus primeros días aunque la fecha no la tengo bien resuelta, el caso es que por esos días escribí un cuento, este en particular me trae muchos recuerdos porque fue uno de los primeros que leí a mis padres... les encantó.

Bueno, el punto de esta anécdota es que el pasado domingo, charlando con mi buen amigo Francisco Ibarlucea en una trajinera de Xochimilco, salió en la platica este cuento, mismo que le dije que le compartiría, este mismo cuento fue publicado en este mismo blog el 30 de enero de ese 2009, esta es la versión 2014 ya con su revisión y edición (y vean que tenía errores) bueno, permitanme presentarles una vez más este cuento titulado...



La Muerte se lo dijo



Halloween, Día de Muertos… lo llaman por igual, ya no es una festividad ni otra, solo una amalgama mal pegada de una celebración prehispánica, aderezada con elementos europeos, pero no importa que se celebre ni cual sea su objetivo o antecedente… todos lo festejan.

Días antes, quizá semanas atrás se había planeado que hacer en mi sitio de trabajo, cuando la fecha estaba más que próxima, cuando los pasillos, anaqueles y mostradores ya estaban revestidos de murciélagos, brujas, Catrinas, fantasmas y calabazas, decidimos que este año haríamos algo diferente, y la idea que tuvimos me llenó de entusiasmo… se nos ocurrió que alguien se disfrazara y claro, no podía haber habido nadie mejor que yo.

Me dijeron que escogiera el disfraz, lo pensé un rato, unos días, cuando estuve seguro de que disfraz sería junte los elementos. Una enorme capa negra con capucha, botas y ropa negra, una mascara de esas que usan los motociclistas para cubrirse la mitad del rostro del aire frío, esas que tienen la mitad de un cráneo pintado así como unos guantes que en el dorso tenía pintadas las falanges de los dedos, conseguí un pasamontañas y sobre este usaría la mascara, un poco de maquillaje aquí y allá y para el final, con ayuda de mi padre que era maestro herrero una enorme guadaña que, aunque no tenía filo parecía real, filosa y amenazante… sería La Muerte.

Ya todo estaba dispuesto, el día primero de Noviembre llegue temprano con el disfraz en una enorme bolsa negra, y la guadaña desarmada en tres partes cubierta con papel periódico, me cambie en los vestidores y me coloque el pasamontañas, unas compañeras me ayudaron con el maquillaje, me pintaron alrededor de los ojos y después me coloque la mascara de motociclista para que solo se vieran mis ojos, me vestí con la capa y subí la capucha sobre mi cabeza, armé la guadaña y finalmente todo estuvo listo… era La Muerte.

Otros compañeros habían puesto unas cajas algunos metros frente a la entrada principal y las habían forrado con papel de color negro, la idea era que a ratos estuviera ahí parado a manera de “estatua viviente” y a ratos paseara por la tienda abordando a los clientes, bueno, bajé las escaleras con toda la suntuosidad de mi personaje, la capa arrastraba por el suelo y algunos compañeros me tomaron fotos con sus celulares, avance por los pasillos y finalmente tome mi lugar sobre las cajas, las cortinas se levantaron y dieron inicio las labores.

La mañana pasó bastante tranquila, sin grandes sorpresas, los pocos clientes que acudieron temprano a hacer sus comprar se asombraron por lo que encontraron al entrar, elevado por las cajas y haciendo uso de mi estatura mi personificación lucía impresionante e impactante, unos chicos de una de preparatoria cercana llegaron y al verme se quedaron viéndome con asombro y un poco de duda, ya que permanecía inmóvil, uno de los chicos alargó la mano con la intención de tocar la guadaña, y cuando sus dedos estaban cerca de ella moví la mano lentamente, lo que hizo al chico retirarla inmediatamente; estallaron en risas cuando levanté la otra mano enguantada y con el dedo índice lo moví diciéndoles "NO" sacaron sus celulares y me tomaron fotos (y se tomaron fotos conmigo de fondo) y saliéndome un poco del protocolo saque unas tarjetas (las cuales había escrito la noche anterior) donde escribí: “¿Me la mandas a mi correo?” con mi dirección escrita ahí, así trascurrió la mañana y parte de la tarde, cuando el día estaba por terminar pasaron frente a mi.

Era una madre con su hijo, el niño no tendría más de siete u ocho años, con una camisa roja y pantalón de pana. Cuando entraron se me quedaron vieron y alcance a escuchar al niño preguntarle a su madre quien era yo, la madre tardó algunos segundos en contestar pero la mirada del niño denotaba curiosidad y asombro, su madre le dijo -Es La Muerte hijo… - y suspiró, después entraron a la tienda, hicieron sus compras y cuando se disponían a salir el niño me obsequió una sonrisa y con su mano me dijo adiós; así pasó el primer día, el primero de Noviembre, cuando las cortinas bajaron pude deshacerme del disfraz ya que, aún cuando me divertí era bastante pesado, solo me restaba un día más, el dos de Noviembre… sería La Muerte una vez más.

El día dos de Noviembre no fue tan diferente al anterior, por la mañana recorrí la tienda y atendí a algunos clientes, era curioso y hasta cierto punto cómico ver a La Muerte atender a los clientes, fue cuando tomé lugar en las cajas elevadas que ellos aparecieron nuevamente.

Era la madre con el niño otra vez. Entraron y ahora la madre no se detuvo ni un segundo, no dirigió su mirada hacia mi ni permitió que el niño lo hiciera, más cuando estaban pagando el niño se escapó de su madre y llegó hasta mis pies, yo me mantenía inmóvil, entonces tomó la capa con una de sus mano y la jaló en dos o tres ocasiones, lamente que no hubiera habido alguien grabando en ese momento, apuesto a que ha de haber sido fastuoso el verme abrir la capa y flexionar las rodillas para alcanzar al niño, cuando bajé hasta estar casi a su nivel me hizo un ademán para que me acercara y me hablo al oído; esperaba cualquier cosa, una frase tonta e ingenua llena de inocencia de un niño de siete u ocho años, jamás… jamás espere lo que me dijo, jamás espere su pregunta.

-¿Voy a morir?-

Lo miré a los ojos y no vi en ellos el menor rastro de miedo, o duda, o incertidumbre, nada que delatara la intención de su pregunta, en menos de un segundo me debatí entre lo que debía decir y lo que quería decir, en menos de un segundo me quede sin palabras y mi mente se bloqueo, me pasme, me paralice, pero la mirada ansiosa del niño en menos de un segundo me devolvió a la realidad, entonces… entonces hice lo que hice, dije lo que tenía que decir, sin saber si era lo correcto, si estaba bien o no, pero la mirada del niño me dijo que era lo que tenía, lo que debía y lo que quería decir.

-Si… - fue lo que respondí, y como anteriormente lo vi en su mirada no había el menor rastro de miedo, o duda, o incertidumbre; sonrió, sonrió con una sonrisa franca, sonrió con una sonrisa feliz (si es que se puede decir de esa manera) pero no podía quedarme ahí así, no podía él quedarse ahí así, no era por completo la respuesta, no estaba completa.

-Si, vas a morir, pero no ahora, aún falta mucho para eso, crecerás, iras a la escuela, tendrás muchos amigos, una carrera, conocerás a alguien y decidirás hacer una vida con ella, tendrás hijos y ellos tendrán los suyos, cuando este mucho muy grande… -

-¿Cómo mi abuelita Rosa?-

-Si, como tu abuelita; cuando estés grande como tu abuelita te iras a la cama, te acostaras y cerraras los ojos, cuando los abras estarás en el Reino de Dios y ya no habrá dolor… -

¡Maldición! El niño sonrió de una manera tan franca y con una confianza que me dejó sorprendido, quizá esperaba que él se asustara con la respuesta pero no fue así. Su madre apareció y tomándolo de la mano salieron de la tienda y finalmente se perdieron… ese día fue el segundo y ultimo que personifique a La Muerte.

Ocho días tuvieron que pasar para volver a ver a la madre del niño.

Se presentó de una manera prepotente, molesta, indignada, pidió… no, exigió hablar con el gerente de la tienda y cuando este se presento exigió mi cabeza en charola de plata (o más bien la cabeza del idiota disfrazado de Muerte, sus propias palabras) el gerente la llevó a la oficina y me hicieron llamar, cuando aparecí en la oficina la madre me gritó que era un desconsiderado, un idiota que habla por hablar y que no tenía cuidado en lo que decía, el gerente le preguntaba de que se trataba. Ella le dijo que yo había hablado con su hijo la semana pasada cuando estaba disfrazado de La Muerte, y que le había dicho cuentos a su hijo, yo me defendí diciendo que solo respondí su pregunta, con lo que la madre se indigno más, insistía que no tenía sensibilidad y que si no sabía que pasaba mejor cerrara la boca, cuando el gerente le preguntó que es lo que yo le había dicho a su hijo fue cuando la madre estalló.

-¡Mi hijo tiene una enfermedad terminal y este hombre le dijo que viviría hasta ser un anciano y que moriría dormido! Mi hijo tiene fecha para morir ¡Seis meses! ¿Cree usted que no me mortifica lo que este hombre ha hecho? ¿Qué le haya dado falsas esperanzas?-

El gerente se disculpó y yo tuve que hacer lo mismo, argumentando que (obviamente) desconocía este hecho, y que lo que dije lo dije con la mejor de las intenciones, la madre no quedó muy conforme pero se despidió diciendo que eso no acababa ahí.

Yo recibí una reprimenda por parte del gerente y unos días de “descanso obligatorio” (sin goce de sueldo, claro) como sanción, cuando regresé a trabajar no se habló del asunto y, si la cosa no iba a acabar ahí no sabía cuando vendría el golpe mortal o cuando estallaría la bomba, quizá esperaba que algo sucediera para redimirme; acepté mi responsabilidad u esperé hacerme responsable de lo que resultara, más el año terminó y la bomba no estalló.

Los días avanzaron a veces lento, a veces parecía que no tenían freno, y de esa manera llegamos a la misma fecha, se aproximaba el Día de Muertos (o Halloween, como prefieran) y entre una cosa y otra acordamos repetir el “espectáculo” del año pasado, con la consigna (o amenaza) de que en esta ocasión me abstuviera de hacer cualquier comentario como el año anterior, en verdad me gustó asumir el personaje de La Muerte, así que no tuve ningún problema en acatar esta orden… sería La Muerte una vez más.

El día primero de Noviembre volví a llegar temprano con el disfraz, me ayudaron con el maquillaje y finalmente, como el año anterior todo estuvo listo… era La Muerte nuevamente.

La mañana pasó bastante tranquila, sin grandes sorpresas como el año anterior, los clientes asombrados por lo que encontraron al entra, los chicos haciendo bromas y tomando fotos, así trascurrió la mañana y parte de la tarde y así pasó el primer día, el primero de Noviembre, ya solo me restaba un día más, el dos de Noviembre… sería La Muerte una vez más.

El día dos de Noviembre tampoco fue tan diferente al anterior, cuando tome lugar en las cajas elevadas fue cuando mi corazón se sobresaltó, cuando apareció nuevamente.

Era aquella mujer con la que había tenido el problema el año anterior, la vi dar la vuelta y enfilar a la entrada con la mirada en mi, lo que me extrañó de ese momento fue que no había una expresión o sentimiento que pudiera entender, en menos de un segundo imagine al niño en su lecho de muerte, con su madre a su lado, con los ojos rojos por el llanto y la voz de niño temerosa, suplicante, preguntándole a su madre si iba a morir, diciéndole que no podía morir en ese momento ya que La Muerte le había dicho que no sería sino hasta que estuviera grande como su abuela, y la madre estaría sollozando tratando de mantener la calma y buscando que responderle al hijo que en ese momento moría.

La madre se acercó a mis pies e hizo lo que jamás espere que hiciera, me extendió la mano… saque la mano enguantada mostrando las falanges pintadas y la estreche, mis músculos se tensaron en espera de que la bomba estallara, mi instinto se activó y se mantuvo alerta en espera de protegerme de los golpes con el bolso, espere y espere a que la bomba estallara, lo único que llegaba a mi mente era la idea del silbido que se escucha cuando una bomba es soltada, ese silbido fue la palabra que me dijo, cuando finalmente me habló.

-Gracias… - dijo y yo aún esperaba que la bomba acabara su caída libre e hiciera explosión ahí mismo, a mis pies, cuando finalmente la bomba cayó no estalló, al contrario, inmediatamente se desactivó, cuando la madre volvió a hablar.

-Mi hijo murió hace dos meses… -

-Lo lamento… - respondí

-No lo hagas, estoy aquí para agradecerte, yo esperaba la… la despedida de mi hijo para Mayo, y esta se alargo hasta casi diez meses, había algo en él que no podía identificar, después entendí lo que era... era tranquilidad, cuando finalmente… sucedió, me dijo las palabras más hermosas que podía haber escuchado… -

"No tengas miedo mamá, sabíamos que esto iba a pasar, la Muerte me lo dijo, pero no estés triste, cerraré los ojos y cuando los abra estaré en el Reino de Dios y no habrá más dolor, mi abuelito Fito y mi abuelita Toñita me estarán esperando, te quiero mucho mamá, a ti y a mi papá, a Miguel y a Rosa, no se pongan tristes, yo los estaré cuidando a ustedes… "

La madre sonrió con una sonrisa franca, con una tranquilidad de que, aún en el ultimo momento su hijo no tuvo miedo de morir, jamás vio en él el menor rastro de miedo, o duda, o incertidumbre, me dijo que lo que yo le dije lo hizo seguir adelante con más confianza, aún con el miedo al terrible final, pero con la firme esperanza de que el destino se podía cambiar... no fue así, pero el niño no tuvo miedo de morir… porque sabía que, cuando sucediera, él estaría en el Reino de Dios, ya no habría más dolor… porque La Muerte se lo dijo…
























(Si, el de la foto soy yo)
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7/7/14

Promesa cumplida


-Hola ¿Cómo te llamas?-
-Nicole- respondió la niña, la anciana dibujó una sonrisa que para cualquier otro habría sido grotesca, por la falta de dientes.

-¡Que coincidencia!- exclamó -Tenemos el mismo nombre- y la niña frunció el ceño ligeramente.

La actividad en la oficina de gobierno estaba en su punto más alto, gente yendo y viniendo con papeles; secretarios, funcionarios, personal administrativo y ancianos, si, ancianos, muchos de ellos. Muchos en algún momento de su vida caerán en las oficinas de pensiones, porque si todos tienen asegurada la muerte, no todos llegarán a viejo.

Nicole, la niña, era una pequeña de tan solo siete años, con dos trenzas negras adornadas cada una con una "Kitty" en cambio la Sra. Nicole parecía tener más de setenta años, quizá viuda, quizá sobrevivía gracias a la pensión que su esposo le había dejado.

-¿Vienes de la escuela?-
-No, estoy de vacaciones-
-¡De vacaciones! Que bien... y estás acompañando a tu mamá... -
-Si, allá está- y señaló hacia la fila frente a ella, en ese momento la madre de Nicole volteó; verla en compañía de la anciana le dio cierta tranquilidad.

-Y dime ¿Te gusta la ciudad?-
-No, hay mucho ruido-
-No se parece nada a tu pueblo ¿Verdad?- Nicole a su corta edad sintió que algo no estaba bien.

-¿Usted sabe dónde vivo?-
-Si, me lo dijo tu mochila- y como prueba tomó entre sus viejos dedos una etiqueta engrapada en una de las correas de la mochila... Zongolica, Veracruz.

-Si, soy de allá- respondió la niña -Ahora que son vacaciones mi mamá me trajo a conocer la ciudad y... - en medio de todo el bullicio de la oficina el silencio de la pequeña pareció sepulcral, como si hubiera ensombrecido su alegría.

-No te pongas triste Nicole- dijo la anciana con tono maternal, mientras que le acariciaba la mejilla con su vieja mano -Es obvio porqué están aquí... tú papá ¿Cierto?- la pequeña Nicole no pronunció palabra alguna, solo movió la cabeza de arriba abajo; tampoco levantó la mirada.

-Mamá dijo que teníamos que venir para que arreglara lo de su... su... - o no sabía qué era o no se atrevía a decirlo, la anciana le ayudó.

-Pensión... -
-Si, así dijo mi mamá que se llama... ¿Qué es eso?- y al preguntar levantó la mirada, sus ojos negros llenos de vida aunque tristes se posaron en los cristalinos y cansados ojos de la anciana.

-Pues verás Nicole, la pensión es la ayuda que el Gobierno le da a tu mamá ahora que tú papá ya no está-
-Pero yo no quiero dinero, quiero a mi papá-
-Lo sé Nicole, pero no te pongas triste, hoy más que nunca tu mamá te necesita-
-¿A mí?-
-Si, a ti, sobre todo a ti; necesita de tu apoyo, de tu comprensión en estos momentos tan difíciles; piensa que para ti es tu papá, pero para ella era el amor de su vida, su pareja-
-¿Pero por qué se tuvo que ir?-
-Porque es la ley de la vida Nicole; todo lo que nace está destinado a morir, las plantas, los animales, el Hombre. Todos tenemos asegurada la muerte más no sabemos cuándo, por eso debemos vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último mi niña, no lo olvides... pero tampoco debes olvidar que tu mamá te necesita en estos momentos como en ningún otro. Apóyala, quiérela, anímala, hazla feliz-
-¿Es qué no es feliz?-
-Si mi niña, pero no dejes que decaiga esa felicidad, porque el dolor puede marchitar cualquier corazón, y más tarde que temprano irá a encontrarse con tu papá-
-No dejaré que eso suceda, la haré muy feliz, lo prometo-
-No hija, no prometas, porque una promesa es un gran compromiso, una sentencia que te obliga; no. Hazlo porque quieres hacerlo, porque debe hacerse, no porque tengas que hacerlo aunque no quieras, y cuando estés en este mismo lugar, así como me ves ahora y te encuentres a una niña como tú ahora dile lo mismo que te estoy diciendo, porque muchas veces recibimos apoyo y consuelo de quien menos esperamos, y no nos damos cuenta de que es Dios quien nos responde después de haberle hecho inmensidad de preguntas que pensamos que no tienen respuesta-
-¿Dios nos habla?-
-¡Claro que si Nicole! Cuando le preguntas Él responde, más no esperes escucharlo como me escuchas a mí, no. En cada canción que escuchas, en cada línea del libro que lees, en el silencio de la montaña y en la furia del rio, en el llanto de un niño o en el beso más pequeño, a la sombra de un árbol o en medio del trafico, en todos esos momentos Él te habla, solo es cuestión de que estés dispuesta a escuchar-

Nicole guardó silencio, la anciana también, se miraron a los ojos ambas en silencio; la anciana con un dejo de alegría en el rostro, la niña parecía que en su mente debatía en lo que pasaba, veía y escuchaba. Quizá trataba de darle sentido a las palabras de la anciana.

-¿Te envió Dios conmigo?- la pregunta de la niña ensanchó más la sonrisa de la anciana.

-No Nicole, solo dije lo que pensé que necesitabas escuchar; no dejes jamás de vivir Nicole, vive por ti, por tu madre, vive por el amor y por Dios, y cuando encuentres a una niña como tú dile lo mismo que te estoy diciendo, lo que sientes, lo que piensas-
-Vámonos Nicole- dijo la madre de la niña llegando a hasta ella, la anciana no se atrevió a levantar la mirada.

-Me tengo que ir- dijo la niña y tomó la mano de su madre; la anciana comenzó a llorar por lo bajo.

-¿Está bien señora?- dijo la madre de Nicole, la anciana dijo Si con la cabeza; trató de sonreír aunque la mujer no pudiera verla.

-Si, estoy bien, no se preocupe- respondió con un murmullo.

-Bueno pues... con permiso- y ambas se alejaron, la anciana apenas levantó a tiempo la mirada para cruzarse con la de la pequeña que volteó a verla en el último segundo, antes de desaparecer por las puertas de elevador.

-Adiós Nicole... - murmuró una vez más -... adiós mamá- y se desvaneció en el aire.

24/6/14

Situaciones desesperadas...


En estos momentos quiero hacer llegar un anuncio: debido a la falta de empleo y (obviamente) a la falta de dinero, me veo en la necesidad de, por un lado, impulsar mi novela Misericordia y por el otro, obtener algunos ingresos, por lo tanto les presento esta propuesta.

Pongo a la venta mi novela en formato PDF, la cual incluye (desde luego) el manuscrito completo, portada y contraportada así como un extra: a cada persona que solicite una copia (o las que gusten) se le adjuntara una dedicatoria escaneada de mi puño y letra (una por cada copia y dedicada a quien ustedes deseen) el precio de venta es de $100.00, los datos de deposito se informaran via e-mail (vazqcarlos3329@hotmail.com) y llegaría directamente al mail que se indique. Adquirirla impresa derivaría de un precio diferente así como también la cuestión de la entrega, la cual sería personal, a domicilio y restringido al Distrito Federal y Área Metropolitana.

Ojala puedan ayudarme, ya sea adquiriéndola o compartiendo esta información; de antemano y como siempre, gracias.

21/6/14

Veintiséis de septiembre

Todo fue normal, tan normal como pudo ser. Amigos, familiares cercanos y lejanos poco a poco fueron llegando; todos los que tuvieron que estar llegaron. La mayoría con sus caras largas, alguna lágrima discreta, una opresión en el pecho. Los primos pequeños y los hijos de algunos amigos se inquietaron rápidamente, entonces se volvieron insoportables y no era para menos; un velorio no es lugar para un niño.

Mariana, a sus veinte años miraba a toda la gente pasar frente a ella, aun así parecía que no reconocía a nadie, como si la trágica muerte de sus padres aún la tuviera en shock. Hija única de un padre trabajador pero ausente, hija de una madre preocupada por la telenovela, los chismes de los famosos y de la vecina de la cuadra, no había más.

Muchos se acercaron a Mariana brindándole apoyo, consuelo, ayuda; con media sonrisa agradeció las atenciones, con la otra mitad las rechazó. El hermano de su padre, su tío Manuel, le ayudó con todo lo referente a los trámites para recuperar los cuerpos; las calles son peligrosas y más cuando se combinan el alcohol y la velocidad... no, su padre no tomaba, el conductor del otro auto, un joven de la misma edad de Mariana si. Los tres tuvieron el mismo final.

El tío Manuel estaba al tanto del seguro de vida que su hermano había adquirido para proteger a su familia, y ella fue la beneficiaría. Cincuenta mil no la hacían una mujer rica pero sin duda le ayudarían a sobrevivir, eso y el trabajo que tenía en la estética. Y las cosas marcharon bien... tan bien como pudieron ir.

Después del entierro Mariana regresó a su vida normal, su trabajo, sus amigos y una casa vacía; no se había percatado de que tan grande era su casa hasta que se quedó sola.

No tenía idea de cuánto extrañaba a sus padres, y no admitiría ante alguien que los quería, que siempre los quiso y que daría todo lo que tenía con tal de poder decírselos.

Su familia no era mala, no fueron malos padres y ella no fue una mala hija; tenía un carácter duro, fuerte, lo que la mantenía en discusiones con su madre cuando le ponía atención, cuando no acataba las reglas de la casa. Deserción escolar, fiestas, a veces malas compañías eran los temas en la mesa; Mariana no recordaba cuando fue la ultima vez que le dijo a su madre que la quería, cuándo le dijo a su padre que lo admiraba, él siempre fue la imagen de la obediencia y la rectitud, la figura de autoridad; él siempre fue el enemigo.

La primera Navidad que pasó sola no distó de otras que recordaba, salió con amigos a cenar y divertirse y llegó a casa de madrugada, sola y con algunas copas encima; despertó muy tarde con resaca, no le dolió tanto haber despertado sola. Para Fin de Año la situación fue diferente.

Acostumbrada a ser la única celebración que compartía con sus padres, el descubrir que estaba sola, que ninguna amiga le llamó para que pasara la fiesta en su casa, que ningún amigo o algo parecido decidera quedarse con ella es noche le caló hondo. Fue la primera vez en que verdaderamente se sintió sola. Después de eso la vida siguió normal, tan normal como debía ser.

Soportó el catorce de febrero, el diez de mayo sin problemas y el dia del Padre, ninguna de esas celebraciones tenían eco en su memoria; sin embargo, había una fecha en su calendario que nadie más tenía marcada.

Veintiséis de septiembre, el primer aniversario de la muerte de sus padres.

Mariana no se lo dijo a nadie pero, como dicen, lo recordaba como si hubiera sido el día anterior, la fecha estaba más que próxima y no había nada que pudiera evitarlo; Mariana no sabía que esperar de ese día.

Recordaba que fue sábado, que por la mañana había discutido con su madre por haber regresado de madrugada de una fiesta... otra vez. Su padre descansaba de una semana pesada de trabajo como funcionario de una oficina gubernamental, no tenía un puesto importante, esperaba algo grande algún día, su padre se unió al regaño.

Después de la discusión Mariana se encerró en su cuarto, era casi medio día, recuerda que su madre, aún después de la discusión la invitó a que los acompañara al súper; ni siquiera respondió. Mariana se levantó de la cama justo a tiempo para verlos irse en el auto familiar, fue la última vez que los vio. Apenas dieron vuelta Mariana regresó a la cama cubriéndose la cabeza con la almohada, al mismo tiempo en la esquina el otro auto se impactaba de frente en el auto de sus padres, cuando invadió el carril contrario, Mariana escuchó los frenos de ambos autos y el aparatoso golpe, algo en su corazón le dijo que saliera de casa y corriera calle abajo, pero se negó a seguir los impulsos, estaba tan enojada con sus padres pero no pensó que hubieran sido ellos; afortunadamente no lo hizo, la escena que hubiera visto se habría quedado grabada en su memoria.

La fiesta de la noche anterior, los excesos y el regaño de sus padres provocaron que cayera en un sueño profundo, ni siquiera los fuertes golpes de los vecinos lograron despertarla, fue mejor así. Dos horas más tarde el repique insistente del teléfono logró lo que los golpes en la puerta no pudieron; era el tío Manuel.

La noche del día veinticinco se fue a la cama recordando ese evento, un evento que uno suele ver en las noticias y nada más, pensando que a uno jamás le ocurrirá; las llamadas de apoyo de familiares y amigos ayudaron a que lo tuviera muy presente. No era que lo hubiera olvidado, pero parecía que todo el universo conspiró para que no lo olvidara, justo el dia en que no deseaba recordarlo.

Mariana despertó el dia veintiséis con dolor de cabeza, como si hubiera bebido durante la noche, también tenía un ligero sabor a cigarro en los labios lo que le provocó náuseas; era casi medio día.

No entendía porqué se sentía así, pero el ruido proveniente de abajo desvió su atención; había alguien en la cocina.

Con temor salió de su cuarto, lo mejor que podía ser era que alguna tía o vecina, alguna amiga había ido a buscarla para estar con ella en esa fecha, lo peor que hubieran entrado a robar; si solo fuera eso no habría gran problema, que se llevaran lo que quisieran, lo peor sería que intentaran atentar contra ella.

En efecto alguien estaba en la cocina, pero más que robando parecía que se encargaba de recoger el tiradero que tenía, la idea de que era alguien conocido cobraba más fuerza. Entró en la cocina y si, efectivamente era alguien conocido, más no alguien que esperaria encontrar.

-¿M-mamá?-
-¡Vaya! Hasta que te levantas, mira nada más que horas son-
-P-pero... -
-¿Qué tienes?-
-Es que tú... y papá... -
-¿Yo qué?- escuchó detrás de ella, al volverse encontró a su padre ya vestido, listo para salir.

-No puede ser... -
-¿Qué? ¿Pensaste que no nos encontrarías?-
-No... no es eso... -
-Estás muy rara Mariana ¿Qué tienes? No me salgas ahora con que consumes drogas... -
-¡No mamá!-
-Bueno, con eso de que te la pasas de fiesta en fiesta no me extrañaría... como ayer, a ver ¿A qué hora llegaste?-
-Mamá... -
-¡Tres de la mañana Mariana, tres! ¿Te parece bien eso?-
-Mamá dejame explicarte-
-¿Qué me vas a explicar? ¿Qué de haber podido no habrías llegado?-
-¡No es eso mamá, deja que te explique-
-Es que ya no soporto esta situación Mariana- en el rostro de la mujer se podían apreciar varios sentimiento; indignación, desilusión, impotencia, enojo. Varios, muchos y ninguno a la vez. El padre de familia observaba la escena a la distancia, listo para intervenir cuando fuera necesario.

-Lo que pasa mamá es que ustedes... -
-¿Qué? ¿No estamos en "onda"? Eso es lo que te han dicho tus amiguitas ¿No? La tal Lucia y esa otra chiquilla... se me olvida su nombre... .
-Karla... -
-¡Si! Karla; Karla y la otra nomas te están metiendo ideas en la cabeza, desde que estaban en la escuela ¿No fueron ellas las que te aconsejaron que dejaras de estudiar?-
-¡No mamá! Esa fue decisión mía-
-Ay Mariana si bien que las defiendes, por algo son amigas-
-No las defiendo mamá, solo digo las cosas como son- Mariana no se dio cuenta el momento en que se vio envuelta en la misma discusión de un año atrás.

-Pues creo que deberías dejar de ver a esas amigas tuyas- interrumpió el padre de familia, Mariana respondió con algo como Tú también y regresó a su cuarto molesta.

Volvió a recostarse en la cama y volvió a escuchar a su madre, minutos después, preguntándole si quería acompañarlos al súper; no volvió a responderles. Apenas escuchó el ruido del motor algo se encendió en su mente; bajó corriendo las escaleras y salió rápidamente a la calle; el asfalto estaba caliente, aunque iba descalza no lo notó. Mariana nunca antes había sentido un golpe en el pecho como el que sintió cuando vio como el auto de sus padres se hacía pedazos. Recordaba el sonido que provocaron los frenos, el ruido se quedó grabado en su memoria como si hubiera sido por un hierro ardiente. Perdió el conocimiento a la mitad de la calle.

Despertó en su cama con dolor de cabeza... otra vez, pensó que había tenido una pesadilla, pero el ligero sabor a cigarro en los labios le dijo que algo estaba mal. Era casi medio día y los ruidos en la cocina volvieron a ponerla alerta.

Bajó las escaleras con largas zancadas, no se detuvo a pensar que podían haberse metido en su casa a robar, tampoco pensó en algún vecino, amigo o familiar; tenía una idea de quien se trataba.

-¿M-mamá?-
-¡Vaya! Hasta que te levantas, mira nada más que horas son-
-P-pero... ¿Otra vez?-
-¿Qué tienes?-
-Es que tú... y papá... -
-¿Yo qué?- volvió a escuchar detrás de ella, al volverse encontró nuevamente su padre ya vestido.

-No puede ser... -
-¿Qué? ¿Pensaste que no nos encontrarías?-
-No... no es eso... es que... está ocurriendo otra vez-
-Estás muy rara Mariana ¿Qué tienes? No me salgas ahora con que consumes drogas... -
-¡No mamá, no empieces otra vez!-
-Bueno, con eso de que te la pasas de fiesta en fiesta no me extrañaría... como ayer, a ver ¿A qué hora llegaste?-
-Mamá... escúchame... -
-¡Tres de la mañana Mariana, tres! ¿Te parece bien eso?-
-Mamá dejame explicarte-
-¿Qué me vas a explicar? ¿Qué de haber podido no habrías llegado?-
-¡No es eso mamá, deja que te explique-
-Es que ya no soporto esta situación Mariana-
-Por favor mamá escúchame... -
-¿Qué Mariana? ¿Qué me vas a decir? ¿Qué no estamos en "onda"? Eso es lo que te han dicho tus amiguitas ¿No? La tal Lucia y esa otra chiquilla... se me olvida su nombre... .
-Ellas nada tuvieron que ver en eso... -
-¡Karla! Si, Karla y la tal Lucia te están metiendo ideas en la cabeza, y no ahora, desde que estaban en la escuela ¿No fueron ellas las que te aconsejaron que dejaras de estudiar?-
-¡Ya basta mamá!-
-Y ahora por ellas me gritas, bien que las defiendes, por algo son amigas ¿Ya ves cómo se pone?- le preguntó a su esposo, este se levantó del sillón pero antes de que abriera la boca Mariana lo detuvo.

-No digas nada, ya lo sé, que debería dejar de verlas- y sin decir nada más regresó a su cuarto.

Volvió a recostarse en la cama y de nuevo escuchó a su madre preguntándole si quería acompañarlos al súper; nuevamente algo se encendió en su mente y reaccionó.

-¡Voy!-

Sabía lo que sucedería, hizo el tiempo suficiente para que aquel chico pasara de largo, eso era lo que tenía que hacer; la vida le daba una segunda oportunidad... por segunda vez, no iba a desaprovecharla.

Bajó cambiada pero aún molesta, no importaba, sus padres no la escuchaban y quizá era mejor así; les salvaría la vida y eso sería suficiente; no tenían que saber los detalles.

Lo que Mariana no sabía era que la historia no puede cambiarse.

Antes de que todo se pusiera negro Mariana vio, escuchó y sintió lo mismo que sus padres; el auto del chico saliendo de pronto, el impacto y ese rechinido de llantas que tan bien grabado tenía.

Despertó de nuevo en su cama con dolor de cabeza, ya no pensó que había tenido una pesadilla; otra vez el ligero sabor a cigarro en los labios, no le importó. Era casi medio día y los ruidos en la cocina hicieron que entendiera.

Bajó las escaleras con largas zancadas, no se detuvo ni un instante.

-Mamá-
-¡Vaya! Hasta que te levantas, mira nada más que... - no la dejó terminar, se arrojó a su cuello abrazándola con fuerza, colocando varios besos en sus mejillas.

-¿Qué tienes? Estás muy rara Mariana ¿Estás consumiendo drogas... ?-
-No mamá- respondió ya con lágrimas -Solo quiero decirte que... te quiero mucho-

Por un momento su madre no supo como reaccionar; sus rasgos siempre duros se suavizaron lentamente, una sonrisa apareció al mismo tiempo que acariciaba las mejillas de su hija.

-Yo también te quiero hija-
-¿Qué pasa?- preguntó el padre de familia cuando apareció en la cocina, madre e hija se miraron un segundo y sonrieron.

Mariana se apartó de su madre y llegó hasta su padre a quien abrazó de igual manera, cubriéndolo de besos.

-Te quiero papá- primero no entendió, después reaccionó igual que su esposa.

-Yo también hija, yo también- respondió palmeándole la espalda.

Mariana convivió con sus padres unos minutos hasta que el padre de familia sentenció que había que ir al súper; ambos le pidieron a Mariana que los acompañara pero se negó, los acompañó hasta la puerta y apenas su padre encendió el motor Mariana cerró la puerta.


Recargando la espalda contra la puerta fue resbalando hasta quedar sentada en el suelo, llorando; se cubrió los oídos para no escuchar el sonido que harían las llantas cuando su padre pisara con fuerza los frenos, aunque era un sonido que jamás olvidaría, como nunca olvidaría que tuvo la oportunidad de decirle a sus padres -Los quiero-


30/5/14

Los pecados del pasado.

La casa estaba en las peores condiciones que pudiera haber, construida cientos de metros bajo la superficie del planeta, junto con otros cientos de casas en las mismas condiciones; en la superficie una poderosa tormenta helada arremetía, inmisericorde, contra las paredes de la montaña que se negaba a caer.

Dentro, un corazón igual de fuerte mantenía su esperanza; solo eso le quedaba.

Su madre hacia lo posible para que la familia se mantuviera en pie, la casa, apenas un cuartucho, proporcionaba un poco de calor y refugio en una época donde la vida como la conocían había desaparecido, la hija menor trataba de ayudar a su madre en los quehaceres del hogar, pero la falta de alimentos y las condiciones en las que vivían mermaban las fuerzas de cualquiera.

Pero él no perdió la esperanza, confiaba en él ¿Qué hermano menor no confiaba en su hermano? Además había sido escogido para una empresa mayor a la que cualquier otro podría haber sido seleccionado; no podía sentirse menos que orgulloso.

Su hermano salvaría a todo el mundo. No sabía cómo, pero lo haría.

Nadie creyó que el Fin del Mundo sucedería en realidad, muchos pensaban en el cambio climático, el calentamiento global y el colapso de la Humanidad como un cuento infantil, algo que jamás podría suceder. Sucedió.

Ahora Tommy miraba por la ventana en espera del regreso de su hermano, y con eso la salvación de toda la Humanidad.

El enorme patio era oscuro a esa hora, lo único que podía ver eran las luces que escapaban por las ventanas de las demás casas, todas igual de tristes y precarias. Pero entonces a lo lejos un punto de luz comenzó a hacerse más y más grande; Tommy supo que era antes de verlo por completo.

No, no estaba equivocado, un auto de llantas gruesas y carrocería color verde, igual al que se llevó a su hermano se detuvo frente a la puerta, de un costado descendieron varios hombres vestidos con uniforme militar, dos de ellos ayudaron a bajar a un tercero y cargándolo, casi arrastrándolo lo llevaron hasta la puerta.

-!Mamá, mamá, está aquí, regresó!- gritaba mientras corría a la puerta; su madre mostró tranquilidad al saber que su hijo mayor regresaba a casa, a su hijo menor lo miró con ternura pero también con cierta tristeza, ella no compartía la esperanza de su pequeño hijo.

El niño abrió la puerta antes de que los soldados tocaran, al abrirla vio el rostro de su hermano, aunque no se parecía nada a como lo recordaba.

Sin esperar invitación los soldados entraron en la casa y dejaron a Mathew en un desbalijado sillón; otro hombre hablaba con la madre de Tommy, estaba serio y aunque su tono de voz era fuerte trataba de hablar en voz baja.

Su madre hizo una reverencia al general y este, levantado la mano sobre su frente como saludan los militares se adentró en la oscuridad, seguido por el resto de los soldados.

En el sillón Mathew descansaba, se veía más viejo que cuando salió cinco días antes, pero a Tommy no le importaba; su hermano había regresado, solo eso importaba.

La madre de ambos se sentó a su lado tomándole las manos. Mathew apenas sintió el tacto de su madre, esbozó una ligera sonrisa y ahí mismo en el sillón cayó dormido.

Tommy tuvo que esperar a que su hermano recuperara fuerzas; dos días enteros, Mathew solo hablaba con su madre, a su hermano menor lo evitaba por completo.

Al final del tercer día Mathew reunió a la familia en el comedor de la casa, ahí estaban todos esperando saber qué era lo que había pasado, qué había hecho Mathew ¿Había salvado a la Humanidad como se lo dijo a su pequeño hermano? ¿Por qué seguían bajo tierra? ¿Cuándo saldrían? Qué había pasado...

-Bueno familia... - dijo con seriedad -Antes que nada quiero decir que me alegro mucho de estar aquí, fueron muchos años de pruebas y estudios, de cometer errores, pero todo fue para salvar a la Humanidad; quiero decir que en ese sentido fue un éxito, pero no sin consecuencias, no sin sacrificios-
-¿De qué hablas?- preguntó Tommy y su hermano lo miró fijamente, entonces empezó el relato, uno que se contaría durante los años venideros.

Cien años después de la caída del Hombre un fantasioso proyecto empezó a gestarse en las mentes más inteligentes y poderosas del Mundo, un proyecto tan ambicioso que la mayoría cooperó para que viera la luz.

Durante meses analizaron decenas de teorías, experimentaron con diversas opciones hasta que dieron con la solución, después trabajaron otros años más en la construcción del aparato para lograr el objetivo.

Viajar por el tiempo.

Doce años después el proyecto vio su fin; habían creado un extraño vehículo que podía viajar al pasado, a una fecha específica y regresar al mismo lugar de partida, lo que demostró que no solo viajaba al pasado sino también al futuro, cuestión importante para el éxito de la misión, solo faltaba encontrar quien viajaría en ella, quién sería el viajero del tiempo.

Después de cientos de entrevistas, después de decenas de pruebas al final solo quedo un hombre, Mathew.

El vehículo era una esfera de metal colocada en un túnel circular, la cual fue impulsada por medio de aire a presión; con esto la esfera fue tomando velocidad en una espiral sin fin obligándola a vibrar por la fuerza centrífuga, electromagnetismo, electroestática, electricidad, todo eso provocó que se abriera un agujero de gusano en el espacio-tiempo, lanzando a la esfera y su viajero a una fecha programada previamente. Mathew no sabía cómo era posible llegar a una fecha específica, pero la esfera podía hacerlo.

Al haber realizado todas las pruebas posibles no había nada más que hacer que ser lanzado al pasado.

Mathew le narró a su familia su llegada al pasado, 1880, cuando se gestaban grandes cambios en la nación, ahí se entrevistó con sus gobernantes, les habló de reciclaje, fomentó el uso de energías renovables, así como una cultura de respeto a la Naturaleza, sus habitantes naturales, sus espacios; mantener el equilibrio. La vida y el futuro de la Humanidad dependía de ello.

Fueron tres años de intensa labor, de convencimiento de masas; se topó con resistencia, no lograron hacer mucho. A mediados del cuarto año Mathew logró un verdadero cambio, consiguió que el Hombre abriera los ojos y entendiera que su vida se iba con el de su mundo.

Regresar no resultó tan fácil, por fortuna hizo amistad con un hombre que empezaba con sus primeras investigaciones en los campos de la física y el electromagnetismo, y resultó ser un apasionado de la vida de Mathew, quien ya era conocido en todo el mundo.

El nombre de aquel hombre era Emmett McFly, su nivel de inteligencia era la de un doctor en física y estaba muy interesado en saber cómo había llegado Mathew hasta ahí; aunque a la mayoría de la gente le ocultó su origen o mejor dicho, su procedencia, no pudo hacerlo con el buen científico; le contó todo.

Mathew llevaba con él una serie de instrucciones y opciones para lograr el regreso a su tiempo, y fue gracias a la ayuda de McFly que pudo hacerlo.

Poco más de un año duraron las pruebas, pero con cada día que pasaba la posibilidad de regresar se concentraba, cinco años después de su llegada Mathew estaba listo para regresar a casa, con su familia, con su hermano menor que jamás había perdido la esperanza en él.

Adaptaron varios tramos de una vieja vía de tren a un túnel de acero, del mismo tamaño que la esfera, está fue impulsada al túnel gracias a la fuerza de un poderoso cañonazo, la fuerza centrífuga, las vibraciones y las energías resultantes lograron que regresara al flujo del tiempo y, con esto, a casa.

-Y así fue como la Humanidad aprendió a vivir y convivir con su mundo, a ser más consciente de lo importante que es usar energías renovables, a reciclar, todo con tal de preservar sus recursos y tener un futuro más cálido y brillante-

Todos guardaron silencio, nadie se atrevía a poner en duda las palabras del hombre que había viajado al pasado para asegurar un mejor futuro.

-Pero... - dijo Tommy rompiendo aquel silencio -Si cambiaste el pasado ¿Por qué seguimos aquí? Todo tendría que haber cambiado, no tendríamos que seguir bajo tierra, el clima debió cambiar, el mundo tendría que ser otro ¡¿Por qué todo sigue igual?!-

Un momento más de silencio. Mathew se levantó de la silla y dando vuelta a la mesa se arrodilló junto a su pequeño hermano. Lo miró con ternura pero también con tristeza, justo como lo había hecho su madre.

-Tommy... dije que hubo que hacer sacrificios- dijo con el tono más paternal que pudo encontrar -Quienes planearon todo esto tenían la misma esperanza que tú, que al cambiar nuestro pasado mejoraría nuestro futuro, pero también consideraron que podría producirse una paradoja-
-¿Paradoja?-
-Entiende esto Tommy y entiéndelo bien, al cambiar nuestro pasado cree otro futuro, uno donde no habrá inundaciones, tornados o tsunamis, nada de olas de calor ni cambios drásticos en el clima, no habrá animales en peligro de extinción, un futuro donde todos vivirán en armonía con la Tierra hasta que la misma Naturaleza dicte que debe terminar.

Si Tommy, salve el futuro de la Humanidad, y el sacrificio fue que nosotros tendremos que seguir pagando por los pecados de nuestro pasado-

Tommy guardó silencio, miró a su hermano con la misma tristeza que todos tenían en el rostro, abrió los brazos y lo estrechó fuertemente, no había nada más que decir.


Su hermano había salvado a la Humanidad, solo eso importaba.

16/4/14

Inspiración

A lo lejos se vislumbra un amplio horizonte, un desierto de arenas doradas que parecen no tener fin, el suelo arde durante el día y las noches son heladas, tormentas azotan sin tregua y, a veces, la quietud es tal que enloquece… este es el lugar de donde vienen las cosas malas...

Entes sin forma rasgan el velo del tiempo y el espacio, penetran a un sitio en donde se supone no deben existir, criaturas hambrientas que solo buscan satisfacer sus placeres, no importando matar, rasgar, corromper, una amante de Noviembre, una Flor Negra en la pared, son los entes sin forma ni rostro que entran en nuestras vidas (en mi vida) para atormentarnos, para violarnos y hacer con nosotros lo que ellos quieran…

Pero en la quietud se puede encontrar el equilibrio, la sensatez, la paz con todos y con uno mismo, la arena dorada vuela gracias a suaves frisas y recorren nuestro rostro, nos susurran palabras de paz en nuestros oídos, palabras de amor, de tranquilidad… este es el lugar de donde vienen las cosas buenas…

A veces un viejo amigo, un familiar muy querido, algún recuerdo del pasado se cuela de este onírico escenario y nos visita, nos habla, nos conforta, nos hace sonreír y nos hace llorar, nos hace abrazar a un espectro que ya no está, pero lo hacemos sin mediar nada, lo hacemos sin importar nada… esta aquí, ahí, allá… solo eso importa…

Este es el lugar de donde vienen las cosas buenas, el lugar de donde vienen las cosas malas… esos entes y esas visitas me penetran y yo a ellas, y de ellas extraigo un poco de su esencia, esta es su Tierra y la mía, este es el reino donde ellos son Reyes y Reinas, lacayos y súbditos, nobles y parias, esta es La Tierra de los Sueños Dulces, La Tierra de las Pesadillas Terroríficas, de aquí jalo inspiración, de mis sueños, de mis sentimientos, de mis temores… es mi vida.


9/3/14

FANTASÍA

-¿Me cumplirías una fantasía?- le preguntó, primero no supo que responder.

-¿Cómo qué estás pensando?- le preguntó a su vez.

-Antes de que te diga tienes que prometerme que la cumplirás ¿Lo prometes?-

Ella dudó, no podía imaginar que pensaba, cuales eran sus deseos, su fantasía; los hombres suelen tener muchas y una no promete sin saber antes que es.

¿Querría tal vez que se vistiera con algo especial? ¿Algún fetiche suyo? ¿Quizá algo que otros considerarían sucio, inmoral, prohibido?

Él no podía decir que no había tratado de complacerlo en todo cuánto le había pedido, si tenía que prometer que cumpliría era porque su fantasía iba más allá de lo que le había pedido antes.

¿Qué quería? ¿Incluir a un tercero? ¿Tal vez a otra? ¿Sadomasoquismo? ¿Grabarse en video? ¿Juego de roles? No podía imaginarlo.

-¿Pero qué es?- insistió ella, le preocupaba que no quisiera decírselo abiertamente; el optó por el chantaje.

-¿Lo prometerías sabiendo únicamente que con eso me harías muy feliz?-

No podía negarlo, lo amaba, haría cualquier cosa por él.

-Si- respondió -Prometo que lo haré... -

Él sonrió, separó los labios y lo dijo; ella jamás se esperó algo como eso.

-Envejece conmigo... -

Se enterneció, jamás se imaginó que le pidiera eso, se inclinó sobre él y lo besó.


-Lo prometo-

12/1/14

La Biblioteca de Alastor presenta...

Vaya... años sin escribir, bueno, por algo se empieza... de nuevo.

La verdad estoy tratando de retomar el habito de actualizar blogs, ya veré como se dan las cosas de aquí en adelante, por lo pronto esta entrada es solo para informar que mi buen amigo Joel Correa redactó un interesante articulo con respecto a mi novela Misericordia el cual pueden leer en:
http://bibliotecadealastor.blogspot.mx/
https://www.facebook.com/bibliotecadealastor
https://www.facebook.com/pages/Misericordia/

Ojala puedan darse una vuelta y leer el articulo y apoyarme en este trabajo, en verdad lo apreciare mucho.