23/7/14

Del baúl de los recuerdos

Corría el 2009, sus primeros días aunque la fecha no la tengo bien resuelta, el caso es que por esos días escribí un cuento, este en particular me trae muchos recuerdos porque fue uno de los primeros que leí a mis padres... les encantó.

Bueno, el punto de esta anécdota es que el pasado domingo, charlando con mi buen amigo Francisco Ibarlucea en una trajinera de Xochimilco, salió en la platica este cuento, mismo que le dije que le compartiría, este mismo cuento fue publicado en este mismo blog el 30 de enero de ese 2009, esta es la versión 2014 ya con su revisión y edición (y vean que tenía errores) bueno, permitanme presentarles una vez más este cuento titulado...



La Muerte se lo dijo



Halloween, Día de Muertos… lo llaman por igual, ya no es una festividad ni otra, solo una amalgama mal pegada de una celebración prehispánica, aderezada con elementos europeos, pero no importa que se celebre ni cual sea su objetivo o antecedente… todos lo festejan.

Días antes, quizá semanas atrás se había planeado que hacer en mi sitio de trabajo, cuando la fecha estaba más que próxima, cuando los pasillos, anaqueles y mostradores ya estaban revestidos de murciélagos, brujas, Catrinas, fantasmas y calabazas, decidimos que este año haríamos algo diferente, y la idea que tuvimos me llenó de entusiasmo… se nos ocurrió que alguien se disfrazara y claro, no podía haber habido nadie mejor que yo.

Me dijeron que escogiera el disfraz, lo pensé un rato, unos días, cuando estuve seguro de que disfraz sería junte los elementos. Una enorme capa negra con capucha, botas y ropa negra, una mascara de esas que usan los motociclistas para cubrirse la mitad del rostro del aire frío, esas que tienen la mitad de un cráneo pintado así como unos guantes que en el dorso tenía pintadas las falanges de los dedos, conseguí un pasamontañas y sobre este usaría la mascara, un poco de maquillaje aquí y allá y para el final, con ayuda de mi padre que era maestro herrero una enorme guadaña que, aunque no tenía filo parecía real, filosa y amenazante… sería La Muerte.

Ya todo estaba dispuesto, el día primero de Noviembre llegue temprano con el disfraz en una enorme bolsa negra, y la guadaña desarmada en tres partes cubierta con papel periódico, me cambie en los vestidores y me coloque el pasamontañas, unas compañeras me ayudaron con el maquillaje, me pintaron alrededor de los ojos y después me coloque la mascara de motociclista para que solo se vieran mis ojos, me vestí con la capa y subí la capucha sobre mi cabeza, armé la guadaña y finalmente todo estuvo listo… era La Muerte.

Otros compañeros habían puesto unas cajas algunos metros frente a la entrada principal y las habían forrado con papel de color negro, la idea era que a ratos estuviera ahí parado a manera de “estatua viviente” y a ratos paseara por la tienda abordando a los clientes, bueno, bajé las escaleras con toda la suntuosidad de mi personaje, la capa arrastraba por el suelo y algunos compañeros me tomaron fotos con sus celulares, avance por los pasillos y finalmente tome mi lugar sobre las cajas, las cortinas se levantaron y dieron inicio las labores.

La mañana pasó bastante tranquila, sin grandes sorpresas, los pocos clientes que acudieron temprano a hacer sus comprar se asombraron por lo que encontraron al entrar, elevado por las cajas y haciendo uso de mi estatura mi personificación lucía impresionante e impactante, unos chicos de una de preparatoria cercana llegaron y al verme se quedaron viéndome con asombro y un poco de duda, ya que permanecía inmóvil, uno de los chicos alargó la mano con la intención de tocar la guadaña, y cuando sus dedos estaban cerca de ella moví la mano lentamente, lo que hizo al chico retirarla inmediatamente; estallaron en risas cuando levanté la otra mano enguantada y con el dedo índice lo moví diciéndoles "NO" sacaron sus celulares y me tomaron fotos (y se tomaron fotos conmigo de fondo) y saliéndome un poco del protocolo saque unas tarjetas (las cuales había escrito la noche anterior) donde escribí: “¿Me la mandas a mi correo?” con mi dirección escrita ahí, así trascurrió la mañana y parte de la tarde, cuando el día estaba por terminar pasaron frente a mi.

Era una madre con su hijo, el niño no tendría más de siete u ocho años, con una camisa roja y pantalón de pana. Cuando entraron se me quedaron vieron y alcance a escuchar al niño preguntarle a su madre quien era yo, la madre tardó algunos segundos en contestar pero la mirada del niño denotaba curiosidad y asombro, su madre le dijo -Es La Muerte hijo… - y suspiró, después entraron a la tienda, hicieron sus compras y cuando se disponían a salir el niño me obsequió una sonrisa y con su mano me dijo adiós; así pasó el primer día, el primero de Noviembre, cuando las cortinas bajaron pude deshacerme del disfraz ya que, aún cuando me divertí era bastante pesado, solo me restaba un día más, el dos de Noviembre… sería La Muerte una vez más.

El día dos de Noviembre no fue tan diferente al anterior, por la mañana recorrí la tienda y atendí a algunos clientes, era curioso y hasta cierto punto cómico ver a La Muerte atender a los clientes, fue cuando tomé lugar en las cajas elevadas que ellos aparecieron nuevamente.

Era la madre con el niño otra vez. Entraron y ahora la madre no se detuvo ni un segundo, no dirigió su mirada hacia mi ni permitió que el niño lo hiciera, más cuando estaban pagando el niño se escapó de su madre y llegó hasta mis pies, yo me mantenía inmóvil, entonces tomó la capa con una de sus mano y la jaló en dos o tres ocasiones, lamente que no hubiera habido alguien grabando en ese momento, apuesto a que ha de haber sido fastuoso el verme abrir la capa y flexionar las rodillas para alcanzar al niño, cuando bajé hasta estar casi a su nivel me hizo un ademán para que me acercara y me hablo al oído; esperaba cualquier cosa, una frase tonta e ingenua llena de inocencia de un niño de siete u ocho años, jamás… jamás espere lo que me dijo, jamás espere su pregunta.

-¿Voy a morir?-

Lo miré a los ojos y no vi en ellos el menor rastro de miedo, o duda, o incertidumbre, nada que delatara la intención de su pregunta, en menos de un segundo me debatí entre lo que debía decir y lo que quería decir, en menos de un segundo me quede sin palabras y mi mente se bloqueo, me pasme, me paralice, pero la mirada ansiosa del niño en menos de un segundo me devolvió a la realidad, entonces… entonces hice lo que hice, dije lo que tenía que decir, sin saber si era lo correcto, si estaba bien o no, pero la mirada del niño me dijo que era lo que tenía, lo que debía y lo que quería decir.

-Si… - fue lo que respondí, y como anteriormente lo vi en su mirada no había el menor rastro de miedo, o duda, o incertidumbre; sonrió, sonrió con una sonrisa franca, sonrió con una sonrisa feliz (si es que se puede decir de esa manera) pero no podía quedarme ahí así, no podía él quedarse ahí así, no era por completo la respuesta, no estaba completa.

-Si, vas a morir, pero no ahora, aún falta mucho para eso, crecerás, iras a la escuela, tendrás muchos amigos, una carrera, conocerás a alguien y decidirás hacer una vida con ella, tendrás hijos y ellos tendrán los suyos, cuando este mucho muy grande… -

-¿Cómo mi abuelita Rosa?-

-Si, como tu abuelita; cuando estés grande como tu abuelita te iras a la cama, te acostaras y cerraras los ojos, cuando los abras estarás en el Reino de Dios y ya no habrá dolor… -

¡Maldición! El niño sonrió de una manera tan franca y con una confianza que me dejó sorprendido, quizá esperaba que él se asustara con la respuesta pero no fue así. Su madre apareció y tomándolo de la mano salieron de la tienda y finalmente se perdieron… ese día fue el segundo y ultimo que personifique a La Muerte.

Ocho días tuvieron que pasar para volver a ver a la madre del niño.

Se presentó de una manera prepotente, molesta, indignada, pidió… no, exigió hablar con el gerente de la tienda y cuando este se presento exigió mi cabeza en charola de plata (o más bien la cabeza del idiota disfrazado de Muerte, sus propias palabras) el gerente la llevó a la oficina y me hicieron llamar, cuando aparecí en la oficina la madre me gritó que era un desconsiderado, un idiota que habla por hablar y que no tenía cuidado en lo que decía, el gerente le preguntaba de que se trataba. Ella le dijo que yo había hablado con su hijo la semana pasada cuando estaba disfrazado de La Muerte, y que le había dicho cuentos a su hijo, yo me defendí diciendo que solo respondí su pregunta, con lo que la madre se indigno más, insistía que no tenía sensibilidad y que si no sabía que pasaba mejor cerrara la boca, cuando el gerente le preguntó que es lo que yo le había dicho a su hijo fue cuando la madre estalló.

-¡Mi hijo tiene una enfermedad terminal y este hombre le dijo que viviría hasta ser un anciano y que moriría dormido! Mi hijo tiene fecha para morir ¡Seis meses! ¿Cree usted que no me mortifica lo que este hombre ha hecho? ¿Qué le haya dado falsas esperanzas?-

El gerente se disculpó y yo tuve que hacer lo mismo, argumentando que (obviamente) desconocía este hecho, y que lo que dije lo dije con la mejor de las intenciones, la madre no quedó muy conforme pero se despidió diciendo que eso no acababa ahí.

Yo recibí una reprimenda por parte del gerente y unos días de “descanso obligatorio” (sin goce de sueldo, claro) como sanción, cuando regresé a trabajar no se habló del asunto y, si la cosa no iba a acabar ahí no sabía cuando vendría el golpe mortal o cuando estallaría la bomba, quizá esperaba que algo sucediera para redimirme; acepté mi responsabilidad u esperé hacerme responsable de lo que resultara, más el año terminó y la bomba no estalló.

Los días avanzaron a veces lento, a veces parecía que no tenían freno, y de esa manera llegamos a la misma fecha, se aproximaba el Día de Muertos (o Halloween, como prefieran) y entre una cosa y otra acordamos repetir el “espectáculo” del año pasado, con la consigna (o amenaza) de que en esta ocasión me abstuviera de hacer cualquier comentario como el año anterior, en verdad me gustó asumir el personaje de La Muerte, así que no tuve ningún problema en acatar esta orden… sería La Muerte una vez más.

El día primero de Noviembre volví a llegar temprano con el disfraz, me ayudaron con el maquillaje y finalmente, como el año anterior todo estuvo listo… era La Muerte nuevamente.

La mañana pasó bastante tranquila, sin grandes sorpresas como el año anterior, los clientes asombrados por lo que encontraron al entra, los chicos haciendo bromas y tomando fotos, así trascurrió la mañana y parte de la tarde y así pasó el primer día, el primero de Noviembre, ya solo me restaba un día más, el dos de Noviembre… sería La Muerte una vez más.

El día dos de Noviembre tampoco fue tan diferente al anterior, cuando tome lugar en las cajas elevadas fue cuando mi corazón se sobresaltó, cuando apareció nuevamente.

Era aquella mujer con la que había tenido el problema el año anterior, la vi dar la vuelta y enfilar a la entrada con la mirada en mi, lo que me extrañó de ese momento fue que no había una expresión o sentimiento que pudiera entender, en menos de un segundo imagine al niño en su lecho de muerte, con su madre a su lado, con los ojos rojos por el llanto y la voz de niño temerosa, suplicante, preguntándole a su madre si iba a morir, diciéndole que no podía morir en ese momento ya que La Muerte le había dicho que no sería sino hasta que estuviera grande como su abuela, y la madre estaría sollozando tratando de mantener la calma y buscando que responderle al hijo que en ese momento moría.

La madre se acercó a mis pies e hizo lo que jamás espere que hiciera, me extendió la mano… saque la mano enguantada mostrando las falanges pintadas y la estreche, mis músculos se tensaron en espera de que la bomba estallara, mi instinto se activó y se mantuvo alerta en espera de protegerme de los golpes con el bolso, espere y espere a que la bomba estallara, lo único que llegaba a mi mente era la idea del silbido que se escucha cuando una bomba es soltada, ese silbido fue la palabra que me dijo, cuando finalmente me habló.

-Gracias… - dijo y yo aún esperaba que la bomba acabara su caída libre e hiciera explosión ahí mismo, a mis pies, cuando finalmente la bomba cayó no estalló, al contrario, inmediatamente se desactivó, cuando la madre volvió a hablar.

-Mi hijo murió hace dos meses… -

-Lo lamento… - respondí

-No lo hagas, estoy aquí para agradecerte, yo esperaba la… la despedida de mi hijo para Mayo, y esta se alargo hasta casi diez meses, había algo en él que no podía identificar, después entendí lo que era... era tranquilidad, cuando finalmente… sucedió, me dijo las palabras más hermosas que podía haber escuchado… -

"No tengas miedo mamá, sabíamos que esto iba a pasar, la Muerte me lo dijo, pero no estés triste, cerraré los ojos y cuando los abra estaré en el Reino de Dios y no habrá más dolor, mi abuelito Fito y mi abuelita Toñita me estarán esperando, te quiero mucho mamá, a ti y a mi papá, a Miguel y a Rosa, no se pongan tristes, yo los estaré cuidando a ustedes… "

La madre sonrió con una sonrisa franca, con una tranquilidad de que, aún en el ultimo momento su hijo no tuvo miedo de morir, jamás vio en él el menor rastro de miedo, o duda, o incertidumbre, me dijo que lo que yo le dije lo hizo seguir adelante con más confianza, aún con el miedo al terrible final, pero con la firme esperanza de que el destino se podía cambiar... no fue así, pero el niño no tuvo miedo de morir… porque sabía que, cuando sucediera, él estaría en el Reino de Dios, ya no habría más dolor… porque La Muerte se lo dijo…
























(Si, el de la foto soy yo)
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7/7/14

Promesa cumplida


-Hola ¿Cómo te llamas?-
-Nicole- respondió la niña, la anciana dibujó una sonrisa que para cualquier otro habría sido grotesca, por la falta de dientes.

-¡Que coincidencia!- exclamó -Tenemos el mismo nombre- y la niña frunció el ceño ligeramente.

La actividad en la oficina de gobierno estaba en su punto más alto, gente yendo y viniendo con papeles; secretarios, funcionarios, personal administrativo y ancianos, si, ancianos, muchos de ellos. Muchos en algún momento de su vida caerán en las oficinas de pensiones, porque si todos tienen asegurada la muerte, no todos llegarán a viejo.

Nicole, la niña, era una pequeña de tan solo siete años, con dos trenzas negras adornadas cada una con una "Kitty" en cambio la Sra. Nicole parecía tener más de setenta años, quizá viuda, quizá sobrevivía gracias a la pensión que su esposo le había dejado.

-¿Vienes de la escuela?-
-No, estoy de vacaciones-
-¡De vacaciones! Que bien... y estás acompañando a tu mamá... -
-Si, allá está- y señaló hacia la fila frente a ella, en ese momento la madre de Nicole volteó; verla en compañía de la anciana le dio cierta tranquilidad.

-Y dime ¿Te gusta la ciudad?-
-No, hay mucho ruido-
-No se parece nada a tu pueblo ¿Verdad?- Nicole a su corta edad sintió que algo no estaba bien.

-¿Usted sabe dónde vivo?-
-Si, me lo dijo tu mochila- y como prueba tomó entre sus viejos dedos una etiqueta engrapada en una de las correas de la mochila... Zongolica, Veracruz.

-Si, soy de allá- respondió la niña -Ahora que son vacaciones mi mamá me trajo a conocer la ciudad y... - en medio de todo el bullicio de la oficina el silencio de la pequeña pareció sepulcral, como si hubiera ensombrecido su alegría.

-No te pongas triste Nicole- dijo la anciana con tono maternal, mientras que le acariciaba la mejilla con su vieja mano -Es obvio porqué están aquí... tú papá ¿Cierto?- la pequeña Nicole no pronunció palabra alguna, solo movió la cabeza de arriba abajo; tampoco levantó la mirada.

-Mamá dijo que teníamos que venir para que arreglara lo de su... su... - o no sabía qué era o no se atrevía a decirlo, la anciana le ayudó.

-Pensión... -
-Si, así dijo mi mamá que se llama... ¿Qué es eso?- y al preguntar levantó la mirada, sus ojos negros llenos de vida aunque tristes se posaron en los cristalinos y cansados ojos de la anciana.

-Pues verás Nicole, la pensión es la ayuda que el Gobierno le da a tu mamá ahora que tú papá ya no está-
-Pero yo no quiero dinero, quiero a mi papá-
-Lo sé Nicole, pero no te pongas triste, hoy más que nunca tu mamá te necesita-
-¿A mí?-
-Si, a ti, sobre todo a ti; necesita de tu apoyo, de tu comprensión en estos momentos tan difíciles; piensa que para ti es tu papá, pero para ella era el amor de su vida, su pareja-
-¿Pero por qué se tuvo que ir?-
-Porque es la ley de la vida Nicole; todo lo que nace está destinado a morir, las plantas, los animales, el Hombre. Todos tenemos asegurada la muerte más no sabemos cuándo, por eso debemos vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último mi niña, no lo olvides... pero tampoco debes olvidar que tu mamá te necesita en estos momentos como en ningún otro. Apóyala, quiérela, anímala, hazla feliz-
-¿Es qué no es feliz?-
-Si mi niña, pero no dejes que decaiga esa felicidad, porque el dolor puede marchitar cualquier corazón, y más tarde que temprano irá a encontrarse con tu papá-
-No dejaré que eso suceda, la haré muy feliz, lo prometo-
-No hija, no prometas, porque una promesa es un gran compromiso, una sentencia que te obliga; no. Hazlo porque quieres hacerlo, porque debe hacerse, no porque tengas que hacerlo aunque no quieras, y cuando estés en este mismo lugar, así como me ves ahora y te encuentres a una niña como tú ahora dile lo mismo que te estoy diciendo, porque muchas veces recibimos apoyo y consuelo de quien menos esperamos, y no nos damos cuenta de que es Dios quien nos responde después de haberle hecho inmensidad de preguntas que pensamos que no tienen respuesta-
-¿Dios nos habla?-
-¡Claro que si Nicole! Cuando le preguntas Él responde, más no esperes escucharlo como me escuchas a mí, no. En cada canción que escuchas, en cada línea del libro que lees, en el silencio de la montaña y en la furia del rio, en el llanto de un niño o en el beso más pequeño, a la sombra de un árbol o en medio del trafico, en todos esos momentos Él te habla, solo es cuestión de que estés dispuesta a escuchar-

Nicole guardó silencio, la anciana también, se miraron a los ojos ambas en silencio; la anciana con un dejo de alegría en el rostro, la niña parecía que en su mente debatía en lo que pasaba, veía y escuchaba. Quizá trataba de darle sentido a las palabras de la anciana.

-¿Te envió Dios conmigo?- la pregunta de la niña ensanchó más la sonrisa de la anciana.

-No Nicole, solo dije lo que pensé que necesitabas escuchar; no dejes jamás de vivir Nicole, vive por ti, por tu madre, vive por el amor y por Dios, y cuando encuentres a una niña como tú dile lo mismo que te estoy diciendo, lo que sientes, lo que piensas-
-Vámonos Nicole- dijo la madre de la niña llegando a hasta ella, la anciana no se atrevió a levantar la mirada.

-Me tengo que ir- dijo la niña y tomó la mano de su madre; la anciana comenzó a llorar por lo bajo.

-¿Está bien señora?- dijo la madre de Nicole, la anciana dijo Si con la cabeza; trató de sonreír aunque la mujer no pudiera verla.

-Si, estoy bien, no se preocupe- respondió con un murmullo.

-Bueno pues... con permiso- y ambas se alejaron, la anciana apenas levantó a tiempo la mirada para cruzarse con la de la pequeña que volteó a verla en el último segundo, antes de desaparecer por las puertas de elevador.

-Adiós Nicole... - murmuró una vez más -... adiós mamá- y se desvaneció en el aire.