-Hola ¿Cómo te llamas?-
-Nicole- respondió la niña, la anciana dibujó una sonrisa que para cualquier otro habría sido grotesca, por la falta de dientes.
-¡Que coincidencia!- exclamó -Tenemos el mismo nombre- y la niña frunció el ceño ligeramente.
La actividad en la oficina de gobierno estaba en su punto más alto, gente yendo y viniendo con papeles; secretarios, funcionarios, personal administrativo y ancianos, si, ancianos, muchos de ellos. Muchos en algún momento de su vida caerán en las oficinas de pensiones, porque si todos tienen asegurada la muerte, no todos llegarán a viejo.
Nicole, la niña, era una pequeña de tan solo siete años, con dos trenzas negras adornadas cada una con una "Kitty" en cambio la Sra. Nicole parecía tener más de setenta años, quizá viuda, quizá sobrevivía gracias a la pensión que su esposo le había dejado.
-¿Vienes de la escuela?-
-No, estoy de vacaciones-
-¡De vacaciones! Que bien... y estás acompañando a tu mamá... -
-Si, allá está- y señaló hacia la fila frente a ella, en ese momento la madre de Nicole volteó; verla en compañía de la anciana le dio cierta tranquilidad.
-Y dime ¿Te gusta la ciudad?-
-No, hay mucho ruido-
-No se parece nada a tu pueblo ¿Verdad?- Nicole a su corta edad sintió que algo no estaba bien.
-¿Usted sabe dónde vivo?-
-Si, me lo dijo tu mochila- y como prueba tomó entre sus viejos dedos una etiqueta engrapada en una de las correas de la mochila... Zongolica, Veracruz.
-Si, soy de allá- respondió la niña -Ahora que son vacaciones mi mamá me trajo a conocer la ciudad y... - en medio de todo el bullicio de la oficina el silencio de la pequeña pareció sepulcral, como si hubiera ensombrecido su alegría.
-No te pongas triste Nicole- dijo la anciana con tono maternal, mientras que le acariciaba la mejilla con su vieja mano -Es obvio porqué están aquí... tú papá ¿Cierto?- la pequeña Nicole no pronunció palabra alguna, solo movió la cabeza de arriba abajo; tampoco levantó la mirada.
-Mamá dijo que teníamos que venir para que arreglara lo de su... su... - o no sabía qué era o no se atrevía a decirlo, la anciana le ayudó.
-Pensión... -
-Si, así dijo mi mamá que se llama... ¿Qué es eso?- y al preguntar levantó la mirada, sus ojos negros llenos de vida aunque tristes se posaron en los cristalinos y cansados ojos de la anciana.
-Pues verás Nicole, la pensión es la ayuda que el Gobierno le da a tu mamá ahora que tú papá ya no está-
-Pero yo no quiero dinero, quiero a mi papá-
-Lo sé Nicole, pero no te pongas triste, hoy más que nunca tu mamá te necesita-
-¿A mí?-
-Si, a ti, sobre todo a ti; necesita de tu apoyo, de tu comprensión en estos momentos tan difíciles; piensa que para ti es tu papá, pero para ella era el amor de su vida, su pareja-
-¿Pero por qué se tuvo que ir?-
-Porque es la ley de la vida Nicole; todo lo que nace está destinado a morir, las plantas, los animales, el Hombre. Todos tenemos asegurada la muerte más no sabemos cuándo, por eso debemos vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último mi niña, no lo olvides... pero tampoco debes olvidar que tu mamá te necesita en estos momentos como en ningún otro. Apóyala, quiérela, anímala, hazla feliz-
-¿Es qué no es feliz?-
-Si mi niña, pero no dejes que decaiga esa felicidad, porque el dolor puede marchitar cualquier corazón, y más tarde que temprano irá a encontrarse con tu papá-
-No dejaré que eso suceda, la haré muy feliz, lo prometo-
-No hija, no prometas, porque una promesa es un gran compromiso, una sentencia que te obliga; no. Hazlo porque quieres hacerlo, porque debe hacerse, no porque tengas que hacerlo aunque no quieras, y cuando estés en este mismo lugar, así como me ves ahora y te encuentres a una niña como tú ahora dile lo mismo que te estoy diciendo, porque muchas veces recibimos apoyo y consuelo de quien menos esperamos, y no nos damos cuenta de que es Dios quien nos responde después de haberle hecho inmensidad de preguntas que pensamos que no tienen respuesta-
-¿Dios nos habla?-
-¡Claro que si Nicole! Cuando le preguntas Él responde, más no esperes escucharlo como me escuchas a mí, no. En cada canción que escuchas, en cada línea del libro que lees, en el silencio de la montaña y en la furia del rio, en el llanto de un niño o en el beso más pequeño, a la sombra de un árbol o en medio del trafico, en todos esos momentos Él te habla, solo es cuestión de que estés dispuesta a escuchar-
Nicole guardó silencio, la anciana también, se miraron a los ojos ambas en silencio; la anciana con un dejo de alegría en el rostro, la niña parecía que en su mente debatía en lo que pasaba, veía y escuchaba. Quizá trataba de darle sentido a las palabras de la anciana.
-¿Te envió Dios conmigo?- la pregunta de la niña ensanchó más la sonrisa de la anciana.
-No Nicole, solo dije lo que pensé que necesitabas escuchar; no dejes jamás de vivir Nicole, vive por ti, por tu madre, vive por el amor y por Dios, y cuando encuentres a una niña como tú dile lo mismo que te estoy diciendo, lo que sientes, lo que piensas-
-Vámonos Nicole- dijo la madre de la niña llegando a hasta ella, la anciana no se atrevió a levantar la mirada.
-Me tengo que ir- dijo la niña y tomó la mano de su madre; la anciana comenzó a llorar por lo bajo.
-¿Está bien señora?- dijo la madre de Nicole, la anciana dijo Si con la cabeza; trató de sonreír aunque la mujer no pudiera verla.
-Si, estoy bien, no se preocupe- respondió con un murmullo.
-Bueno pues... con permiso- y ambas se alejaron, la anciana apenas levantó a tiempo la mirada para cruzarse con la de la pequeña que volteó a verla en el último segundo, antes de desaparecer por las puertas de elevador.
-Adiós Nicole... - murmuró una vez más -... adiós mamá- y se desvaneció en el aire.
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