Cuando entre a trabajar en esa tienda departamental no sabía absolutamente nada de las actividades a realizar, poco a poco me fui empapando de mis obligaciones, limpieza, acomodo, resurtido, precios, atención al cliente y esas cosas, nada del otro mundo, mi trabajo empezó a gustarme, me gustaba lo que hacía, me gustaba mi trabajo, mientras los días y las semanas pasaron me fui haciendo de algunos amigos, otros no pasaban de ser solamente compañeros de trabajo, pero por lo menos las horas de comida ya eran más agradables, de entre todos ellos con quien me empecé a llevar mejor fue con Anselmo, venía de Hidalgo y vivía con su tía, hermana de su padre, ya tenía mas de un año viviendo aquí en el Distrito Federal y era platicador, amable y ayudaba a todos en lo que podía, fue él el que me enseñó el “tejemaneje” de la tienda, cuando salíamos juntos nos íbamos caminando al Metro conversando animadamente, era buen cuate el Anselmo…
Cuando llego la temporada alta si que había trabajo, me las vi negras por el cambio de horarios y las largas jornadas, fue en esta temporada cuando la vi recorriendo los pasillos, haciendo como que hacia y como que no, iba de un lado a otro sola, sin decir nada y sin mirar a nadie, la veía casi a diario, casi siempre a la misma hora, una vez estando Anselmo y yo en el mismo pasillo paso enfrente de nosotros sin decir nada y siguió su camino hasta dar vuelta en la cabecera del pasillo, Anselmo y yo la miramos y después nos vimos mutuamente, ambos levantamos los hombros y después de reírnos un rato seguimos trabajando, realmente no había nada raro en esa niña más allá de su actitud, siempre sola, siempre callada… sola y callada…
Una ocasión mientras Anselmo acomodaba unos cuadernos ella llego y se sentó en la última charola del anaquel sin decir nada, con la mirada baja, en ese momento yo me acerque y Anselmo me miro y señalo con los ojos a la niña, volvió a levantar los hombros y sin decir nada termino de hacer lo que hacía y dejo el pasillo, la niña seguía sentada viendo sus zapatos alguna vez blancos, el vestido era largo y le cubría hasta debajo de las rodillas, era floreado y llevaba un listón grueso de color rosa en la cintura, tenía una calceta bien puesta y la otra tal parecía que ya no le servía el resorte, porque estaba sobre el zapato, el vestido le cubría hasta el cuello y los hombros, dejando ver solo sus brazos con los cuales abrazaba sus rodillas, su piel morena contrastaba con el color de su vestido, el cabello negro lo llevaba atado en una coleta un poco despeinada, porque el fleco le cubría los ojos, fue al ver esa estampa que me di cuenta de eso que había pasado desapercibido, siempre que la veíamos se veía igual, siempre la misma ropa, siempre los mismos zapatos… siempre la misma expresión, pensé que vivía cerca de la tienda y que por eso andaba seguido por ahí, pero me extrañó que siempre vistiera igual, aunque quizá se debía a que no tuviera mas ropa que la que traía puesta…
Y me sorprendí cuando giro el rostro y me miro… tristeza, eso había en su mirada, me miro y rápidamente se levantó y corriendo se alejó…
La afluencia de cliente bajo a medida que la temporada alta iba terminando y no la volví a ver, no hasta la temporada siguiente, al siguiente año…
Apenas se dio por iniciada la temporada ella apareció nuevamente en la tienda, con la misma actitud de siempre, Anselmo y yo comentábamos acerca de ella, me llenaba de curiosidad, pero por alguna razón no me atrevía, no fue sino hasta que él me reto a que no le hablaba -Total, es una niña… no le tendrás miedo ¿O si?-
Al siguiente día del reto, a la misma hora ella apareció, vestida como siempre y con la misma actitud de siempre, estaba caminando por el último pasillo cuando la abordé, me acerque de frente para que me viera y si, levantó la mirada y se me quedo viendo sin dejar de lado ese dejo de tristeza que ya le conocía, bajo la mirada y volvió a sentarse en la orilla de la última charola del anaquel…
-Hola- le dije sentándome a su lado, no tuvo la menor reacción, ni cuando la salude ni cuando me senté a su lado, abrazaba sus rodillas como la última vez que la vi pero se mecía al frente y hacia atrás lentamente, suspiro y giro muy lentamente el rostro hasta verme de frente… pero no dijo algo…
-Te he visto muy seguido por aquí ¿Vives cerca?-
No respondió
-¿Te puedo ayudar en algo? ¿Necesitas de algún material? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?-
Silencio…
-Me llamo Julián ¿Tu como te llamas…?-
Y sus ojos se abrieron un poco, como si esa pregunta fuera una que hacia mucho no le hacían, como si no supiera que responder, sus labios temblaron un poco y se fueron abriendo poco a poco, cerró los ojos y entonces… hablo…
-An… tonia… - y abrió los ojos y su tristeza dio paso al asombro, y pareció que también al miedo…
Yo le sonreí, ella vio mi sonrisa y sonrío tímidamente, sus dientes eran muy blancos, o por lo menos eso parecía, porque así como su vestido contrastaba con su piel, sus dientes hacían lo mismo en su rostro, pero así como su sonrisa apareció se esfumo, y su rostro y sus ojos recuperaron la tristeza que ya le conocía…
-Y entonces… ¿Vives por aquí?-
-Vivo… aquí… - dijo como si no recordara como hablar, como si no recordara como hacerlo, como si no hubiera escuchado su voz en mucho tiempo…
-¿Aquí donde?-
-Aquí…-
Entonces se levanto y como la última vez se alejo corriendo al tiempo que Anselmo aparecía del otro lado del pasillo, desde la cabecera me gritaba que con quien hablaba, me acerque hasta donde él estaba y le dije que había hablado con la niña, le narre lo que converse con ella, que no fue mucho en realidad, pero al fin lo hice, nada del otro mundo…
La temporada se alargo hasta las fiestas patrias, fue por esas fechas que, para adornar la entrada principal de la tienda, lleve una enorme bandera tricolor que mi padre comprara hace unos años en el Centro, una demasiado grande para la casa aun cuando mi madre se lo dijo, como nunca pudo ponerla la guardo y ahí estuvo, así que esos días se me ocurrió llevarla, la tendimos todo lo que pudimos a lo largo de una de las paredes y en verdad se veía muy bien, en lo que no pensé fue en la flojera que me iba a dar el llevármela de regreso a casa, así que la bandera se quedo en la tienda hasta que me dieran ganas de hacerlo…
La temporada terminó y las jornadas regresaron a su nivel normal de trabajo, el cambio fue por parte de Antonia, ya que empezó a hacerse presente cualquier día y a cualquier hora, ya era conocida por todos en la tienda hasta por Gerencia, entraba como si fuera su casa, deambulaba por los pasillos y, aunque unos y otros le preguntaban si algo deseaba ella jamás dijo algo, alguna vez le preguntamos Jorge, quien es de Seguridad, si cuando iba llegaba en compañía de alguien, pero fue extraño que él nos dijera que jamás la había visto entrar como tampoco salir, era algo que, en su momento no entendimos…
Bueno, haciendo un paréntesis, quizá alguna vez han visto en estas tiendas que en cierta parte hay una entrada cubierta por una cortina de plástico, bueno, detrás de ellas existe un mundo aparte, un mundo diferente al que ustedes conocen, allá atrás solo hay cajas, un sitio donde descargan los proveedores, las escaleras hacia las oficinas, los lockers, baños y el comedor de empleados, pues una ocasión me encontré a Antonia frente en la cortina que da a la calle, por donde salimos, le dije que no podía estar ahí, me miró como otras tantas veces y como otras tantas veces salió corriendo hacia Piso de Venta…
Dejo de aparecerse en la tienda bastante tiempo, cosa que nos extrañó, ya nos habíamos acostumbrado a su presencia, la siguiente vez que la vi habían pasado como cinco meses, fue poco después del inicio de la temporada alta, la encontré paseando como siempre callada, vestida como siempre, con la tristeza de siempre en el rostro, en los ojos y, después, sentada como siempre en la última charola del último pasillo, abrazando como siempre sus rodillas…
Me acerque a ella, me senté a su lado, la mire un momento en silencio y ella me regreso la mirada…
-¿Por qué siempre estas triste?- le pregunté así sin mas, ella dejo de mirarme y clavo la mirada en sus zapatos…
-Sabes… aunque no nos molesta el hecho de que andes por aquí, siempre nos hemos preguntado que haces por aquí, porque das vueltas por los pasillos, porque no hablas, porque estas siempre sola… - suspiro como la otra vez y, sin mirarme volvió a hablarme…
-Porque así es, así tiene que ser, así debe ser… - y se levanto, sabía que correría como en las ocasiones anteriores, no sé porque lo hice pero la sujeté por el brazo y me llevé una sorpresa, su piel estaba fría, muy fría, volteo a verme y después vio mi mano sujetando su brazo, regreso su mirada hacia mí y sin decir nada pero rápidamente y sin que yo pudiera hacer algo, de alguna manera se zafó y echo a correr, fui detrás de ella, ella dio vuelta en la esquina del pasillo pero cuando llegue hasta ahí ella ya no estaba…
Pensé que en verdad la había espantado porque durante días no se apareció, fue una noche cuando estábamos a punto de cerrar que la encontré en el descanso de las escaleras, justamente debajo de la Virgencita que tenemos ahí, estaba mirándola fijamente, inmóvil, cuando la vi le dije lo mismo que la vez anterior, que no podía estar ahí, cerró los ojos, suspiro y volteo a verme, en su momento no entendí su respuesta porque me dijo -Puedo estar en cualquier lugar- pero en vez de correr camino tranquilamente y atravesando la cortina de plástico desapareció de mi vista…
Pensé que era mi obligación informar a Gerencia de esto, pero pensé que esto ocasionaría un problema mayor, chequé que no hubiera algo raro, diferente o inusual, no, nada, nada salvo el hecho de que Antonia hubiera estado ahí…
Los días transcurrieron normales después de este evento, el trabajo siguió su curso, los clientes, las ventas y demás, pasaron los meses y tantas y tantas cosas en los meses previos al retorno de la temporada alta como para enumerarlas aquí, (como inventarios, robos, compañeros que iban y venían, aguaceros, inundaciones, la vez que me disfrace de La Muerte en Noviembre, el Día de Muertos) hasta que finalmente, a mediados del año siguiente la temporada regresó, regresaron las largas jornadas, las presiones, las buenas ventas… lo que no regreso fue la presencia de Antonia, durante el mes o mes y medio que duro no se apareció por la tienda, los pasillos dejaron de verla triste como siempre y, aquella charola donde siempre se sentaba, ese lugar, permaneció vacío…
Pero su presencia regresó a la tienda poco después de terminada la temporada, solo que nuevamente en un sitio inesperado…
Pasaban apenas unos minutos después de las tres de la tarde cuando me fui a comer, refunfuñando por no haberme ido a la hora que me tocaba, en eso estaba cuando, al subir las escaleras y dar vuelta en el descanso la volví a encontrar, estaba frente a los sanitarios de damas, la puerta da justamente frente a las escaleras, cuando la vi no le dije algo, solo la mire, dio un paso tímido, después otro y otro más hasta que empezó a descender las escaleras, se detuvo dos escalones antes del descanso donde yo estaba de pie, nuestras miradas quedaron a la misma altura, la mía, una mezcla de asombro y sorpresa, la suya, triste, como siempre…
-La primera vez que me hablaste- dijo -Me preguntaste si podías hacer algo por mi ¿Lo decías en serio?-
-Desde luego, es mi trabajo- le respondí…
-No, no quiero que hagas algo porque estés obligado a hacerlo, quisiera que hicieras algo por mí porque quieres hacerlo-
-No entiendo lo que dices, no hablas mucho y lo que dices no es mucho, solo dime que necesitas-
-Te lo diré, pero aun no, aun no es el momento- y, como otras veces me pasó de largo y atravesando la cortina de plástico desapareció…
Durante mi comida no podía quitarme de la mente lo que me había dicho, sobretodo, porque note algo que saltaba a la vista, más no había pensado en ello, era su forma de hablar, no era la manera de hablar de una niña de nueve o diez años, no, su tono de voz, su forma de mirar cuando hablaba, lo último que me había dicho me obligó a pensar es eso, no, no era la forma de hablar de una niña, era la forma de hablar de una mujer, era extraño, así lo sentí y eso hizo que me sintiera de alguna manera incomodo -Hacer algo por ella… - me dije a mi mismo ¿Qué podía ser? ¿Qué podría hacer?
Después sus apariciones eran mucho más frecuentes y en toda la tienda, Mariana se la encontró en su área cuando metía una mercancía en la vitrina, al ver através del cristal la vio del otro lado mirándola fijamente, pero cuando me lo contó dijo que no tenía esa mirada triste en sus ojos, al contrario, se veía mucho muy molesta, como si sintiera un profundo odio por ella, Mariana se levantó y Antonia hizo lo mismo, se miraron un momento y sin decir palabra alguna se alejo del área…
A Jonathan le pego el susto en el área de Cómputo mientras instalaba una PC para exhibición, después de conectar los cables y volverse la vio justo detrás de él, no, no había esa tristeza, también había rabia… le dio la espalda y caminando llego hasta el final del pasillo y dando vuelta se perdió…
Mónica y Verónica, las cajeras, la vieron debajo de la caja de Mónica cuando esta se volvió para sacar una bolsa, grito y Verónica se asomo a ver que había sido lo que había provocado el grito de Mónica, Antonia salio de debajo de la caja en el momento en el que Jorge, nuestro elemento de Seguridad se acercaba a la caja, a según por lo que me comentaron las dos, Antonia fue corriendo directamente a la salida, pero se detuvo en la puerta, miro detrás de ella y regreso a la tienda pasando por los carritos de autoservicio, Jorge fue detrás de ella pero, de alguna extraña manera la perdió al dar vuelta en la esquina de un pasillo…
Pero Antonia no solo se perdió dando vuelta en la esquina del pasillo, se perdió de nuestras vidas en la tienda por lo que duró la temporada y más, Septiembre llegó poco después y las Fiestas Patrias, usamos para decorar la bandera que había dejado en la tienda y funcionó bien como la última vez y, como la vez anterior la deje en la tienda, me daba mucha flojera llevármela a casa, no fue sino hasta que, por ordenes de mi padre tuve que llevarla a casa nuevamente, eran los primeros días de Noviembre, día 2 de hecho, entre Anselmo y yo la doblamos y la llevaba bajo el brazo atada con rafia, era tarde y nos disponíamos a irnos, dos compañeros ya estaban a la espera de que les dieran salida, Jorge estaba ahí a la espera de que Gerencia bajara para poder irnos todos juntos, Anselmo iba detrás del gerente y detrás de Anselmo iba yo, cuando baje las escaleras escuche algo quedo a mi espalda pero no le di importancia, más cuando llegue al descanso lo escuche claramente, era la puerta del baño de damas que se abrió, me volví y la vi...
En la puerta entreabierta estaba el rostro de Antonia, pero no la vi como todos los días, como siempre, su cabello estaba completamente despeinado, me vio y abriendo un poco mas la puerta salió, su vestido estaba sucio y le faltaba un zapato, me quede mirándola sin decir algo, parecía que ella me miraba mientras ladeaba su cabeza hacia un lado, pero su mirada estaba concentrada en algún punto detrás de mí, la gente abajo preguntaba que pasaba y yo con la mano les dije que esperaran, el gerente me pregunto que hacía y le dije que esperara…
-¿Qué haces aquí? ¿Qué te paso?- le pregunte y enderezo la cabeza, entonces me miro… y hablo…
-La primera vez que me hablaste me preguntaste si podías hacer algo por mi ¿Lo decías en serio?-
-Si-
-¿Harías algo por mí?-
-¿Qué necesitas que haga? ¿Qué quieres que hagas?-
-Sácame de aquí-
-Desde luego, ven, ven conmigo- y le extendí la mano, ella movió la cabeza de un lado a otro…
-Sácame… pero que no me vean, nadie puede verme, nadie, solo tú-
No entendía que quería que hiciera, como podía sacarla de ahí sin que la gente abajo la viera, entonces recordé la bandera, la desamarre rápidamente y extendiéndola lo más que pude se la ofrecí, le dije al gerente que bajara así como a Jorge que ya estaba por subir, ascendí uno o dos pasillos al tiempo que Antonia bajaba a mi encuentro, la abracé con la bandera y la envolví con ella, así la cargue y dando vuelta, cuidando no tropezarme con la bandera baje las escaleras, todos abajo me miraban extrañados, le pedí a Jorge que abriera la puerta y salí a la calle, el aire estaba frío así como ella, lo sentí cuando la abracé, cuando la cargue, podía sentirla mientras la llevaba en mis brazos, uno a uno los demás fueron saliendo y, sin saber como lo supe le pedí al gerente que cerrara, lo hizo sin decirme nada, todos se alejaron de mi y yo me incline hacía Antonia…
-Ya estas fuera-
Un hilo de aire me acarició el oído, desenvolví la bandera, Antonia ya no estaba, era libre…